domingo, 28 de diciembre de 2014

LUJURIA Y PLACER...

Violeta sorbe un trago de vino, mira a Francisco que se encuentra a un par de mesas, en el restorán donde ella acudió a la cita con su joven amante, él también la mira, sonríe, después de mucho tiempo coinciden nuevamente. Y, que extraña se siente ella al verlo, fueron durante un poco más de un año, amigos con derecho a roce, él esta acompañado de amigos y su pareja, una señora bastante mas grande en años que Violeta. Ella lleva puesto una falda negra que cae sutil hasta sus tobillos, un soutiens de encaje rojo y una blusa negra transparente. De soslayo sin que su acompañante la vea, ella le guiña un ojo a Francisco y pasa su lengua por sus tentadores labios, maquillados de un absoluto rojo fuego, espera unos segundos y se levanta, incitándolo a que la siga, sube las escaleras dirigiéndose al baño.

No pasan mas que unos 15 o 20 segundos y la puerta del baño de damas se abre, dejando paso a un Francisco excitado, la toma de la cintura y la introduce en uno de los compartimientos, la besa con lujuria, estruja sus senos a través de la blusa, muerde su cuello y le susurra al ido:

Te extrañe "putica".-

Violeta se aprieta a él, también extraño el sexo que compartían, rasguña su espalda por sobre la camisa, levanta una pierna para atraerlo tomándolo de la cintura, él mete la mano por debajo de su falda y se encuentra con el traste desnudo de ella, desliza los dedos por el hilo de la tanga que ella lleva esa noche para agasajar a su amante, el suave roce de los dedos de Francisco por sobre su monte de venus hacen que de un respingo y gimiendo de deseo lo atrapa más con su pierna como si fuera una tenaza, la respiración de los dos se vuelve agitada, ella baja su mano hasta la entrepierna de Fran, le desabrocha el cinturón y los pantalones, sus dedos buscan y encuentran, aprieta y le susurra al oído que desea beberlo hasta la última gota de él, siente como se estremece y le gusta, adora jugar con los ratones.

Lo suelta y hace que se recomponga, acomoda su falda, prende su blusa y sale del baño dejando atrás a Francisco y su excitación, se lava las manos, refresca su rostro sudado y sale, se sienta frente a su cita, este la mira y le dice:

-Qué te sucede Violeta? te brillan los ojos, estas sudada.-

Con un gesto y una dulce sonrisa evita responderle, en eso levanta la vista y ve a Francisco bajando las escaleras, su camisa esta mojada por el sudor, él la mira y le hace una mueca dándole a entender que la espera afuera.

Violeta se excusa y sale, no sabe con que pretexto él se marchara, una vez afuera siente su proximidad, su perfume lo delata, Hugo Boss, a ella la excita sentirlo, entre dientes él le dice:

-Te espero en mi departamento en media hora, deshazte de tu compañerito, veo como me saco de encima a mis amigos y si alguno se hace cargo de mi acompañante.-

Sonríe, se acerca a él y lo besa, le muerde el labio, se aparta y lo deja sin decir una sola palabra, entra nuevamente al restorán, mira a los amigos que acompañan a Francisco, ellos saben de su existencia y lo que los unía, en eso se cruza con la mirada de la compañera ocasional de él, esta la fulmina con la mirada, en respuesta Violeta sonríe y haciendo un gesto de reverencia con la cabeza se sienta frente a su amante, esté que no esta ajeno a lo que esta ocurriendo, sugiere retirarse, pide la cuenta.

Ella intenta explicarle que Fran es un viejo conocido y que tienen algunos temas que tratar. Augusto, un muchachote de unos 37 años, lleva conociéndola un par de meses, y tienen en claro ambos, que lo de ellos nunca pasará de una buena charla, una buena cama, de la diversión de salir a cenar, a bailar y nada más.

Mientras tanto en la mesa de Francisco las cosas no son tan sencilla, la señora furiosa se encamina hacia la de Violeta, está no la ve venir, solo siente el fuego que le produce en el rostro la bofetada que la señora le propina, la mano alzada para repetir la acción es detenida por la rápida reacción de Augusto, el restorán completo se da vuelta para ver la dantesca escena.

Violeta sonríe, sus ojos son dos bolas de fuego a punto de estallar, pero prefiere los dardos envenenados de sus palabras.

-Señora, no tengo por costumbre la contienda, y mucho menos por un par de pantalones y un miembro viril, eso se lo dejo a las señoras incapaces de seducir y mantener a su lado al hombre de sus sueños, ni tampoco compro voluntades ni sentimientos.-

Al tiempo que toma su bolso, se lame los labios y con la sonrisa como si fuera un estandarte, mira a Francisco y sentencia:

-En media hora estoy en tu departamento, y si la señora gusta puede acompañarte, hasta participar, seria un buen trío, y si solo se conforma con mirar igual sera bienvenida.-

revolea los ojos se acera a él y aspira su perfume sabe que eso lo vuelve loco, da media vuelta y tomando la mano de Augusto sale.

Su muchachote la toma de la cintura y ríe descaradamente, sabe que ella es una mujer capaz de muchas cosas, y le dice:

-Nunca imagine que te gustarán los tríos, suena más que tentador "gatita".-

Violeta suelta una carcajada, le da un beso tierno en la frente y se despide hasta la semana que viene, hoy sus planes han cambiado.

No le hizo falta tocar el timbre, Francisco la estaba esperando, sus ojos brillaban de lujuria, la tomo de la mano, traspasaron la puerta de entrada y ya en el ascensor, la toma de la cintura y alzándola la poseyó, la tanga descansaba por anticipado en el bolso de ella, gimieron y el orgasmo llego al unísono. Su respiración era agitada, sus bocas se buscaban con ansiedad, se apretaban mutuamente, su viaje termino, salieron para entrar al departamento de él, ella le pidió algo para beber, tenia la boca seca, tras ir a la cocina Francisco volvió con dos copas y una botella de Pommery bien frappe, ahoga el ruido el descorche con una servilleta, lleno la copa y se la acero a los labios, bebió un sorbo y lo compartió con Violeta al besarla.

Ella pensó que la noche prometía y mucho, si así la comenzaba, él propuso que hablarán, pero posando su dedo en la boca de él dijo:

-Si hablas, la vas a cagar, las mentiras asesinan mi libido, mejor disfrutemos de este momento y no volvamos atrás.-

-Lo siento mucho amor, te extrañé.-

Ella lo detiene de golpe:

-Si decís otra estupidez más sobre nosotros o del pasado, me voy y no volves a verme ni a saber nada de mí.-

Él entendió que ella hablaba muy en serio y no quería perderla esta noche, la atrajo y le mordisqueo el lóbulo de la oreja, sabia muy bien por donde debía comenzar, ella jadeo con suavidad, la excitación hacia que se humedeciera.

Durante horas fueron tan solo deseo,pasión, lujuria, sudor y sexo. Tendidos con sus cuerpos exhaustos, él acaricia con ternura su rostro, quita suavemente los cabellos de ella que le impiden observarla en esa plenitud que ella derrama por los poros. Violeta nota que Francisco esta mirándola, de un salto se levanta sin mirarlo y se mete en el baño, se da una ducha ligera,y sale envuelta en un toallon que encontró allí, recoge sus prendas que están en el suelo alrededor de la cama, sin prisa se viste, el silencio es absoluto, solo se oye la respiración de él, esta tan agotado que se durmió mientras ella se encontraba en el baño.

No se pone los zapatos, no quiere despertarlo, rebusca en su bolso el anotado que siempre lleva, saca un lápiz y escribe una nota:

"Ha sido una maravillosa noche repleta de lujuria y placer!!!!
Espero que algún día se repita, solo te pido una cosa:
-Francisco, no te enamores de mí, porque vas a lamentarlo siempre.-
Adiós.."

Besa el papel, dejando unos labios rojo fuego como firma, lo apoya sobre el elefante blanco que adorna la mesa del comedor, sonríe, esta con la trompa apuntando para adentro del departamento, ella le dijo una vez que así debía estar para que la fortuna lo acompañara.

Sin hacer ruido abre la puerta y la cierra tras de si, baja los dos pisos por la escalera, en el palier del edificio se pone sus tacones y sale a la calle,la brisa fresca de la madrugada la termina de espabilar, camina por las calles desiertas de la ciudad que aun dormita, algún zorzal le canta a su paso, y ella sonríe.

Lucia Marty..
27/10/2014..
LABIOS ROJOS PASIÓN...

Patricia trasporta el cesto de ropa sucia al lavadero, toma las camisas de Federico y las huele, toc que le quedo desde que descubrió el engaño de su esposo. Acomoda las medias de ambos en la lavadora, agrega las camisetas, pone su ropa interior, cuando esta poniendo los slip de él uno llama su atención, un ovalo rojo, enciende todas las alarmas, su cuerpo tambalea, su mente se confunde, no puede ser lo que cree que es.

Se acerca a la ventana y una invisible lágrima, que duele profundamente, llena sus ojos, volviéndolos de cristal a punto de romperse, se divisa casí con claridad el contorno de una boca en el rouge rojo pasión, el lugar de ubicación en la ropa es estratégicamente justo ahí donde la masculinidad de Federico duerme el sueño de los caídos en guerras profanas, lo aprieta, quiere gritar, asesinar a la propietaria de ese rouge y de esos labios, se calla, opta por el mas absoluto de los silencios otra vez, confirma una nueva traición.

¿y cuantas van ya?.

Por mucho que controló los tiempos y las salidas de Federico, él volvió a mentirle, volvió a enredarse con esa mujer que le robo por mucho tiempo la tranquilidad, que le robo a Federico.

Cuando paso el sacudón, miro el parque que rodea la piscina, puso toda la ropa a lavar, era una forma de eliminar las pruebas que estaban sentenciándola a la perpetua condena de ser una mujer traicionada.

Pero esta vez no dejaría así como así las cosas, no le diría nada a su esposo, ya eran suficientes mentiras, esta vez iría en busca de la verdad, la buscaría a ella.

Luciana era su único objetivo, sabia donde trabajaba, allí iría. Averiguo como llegar, tenia que cruzar toda la ciudad pero no le importó, estaba decidida a enfrentar por primera vez la verdad que a gritos le decían esos labios rojos en la ropa de él.

Llego con el alma cansada, pero no encontró la respuesta que estaba esperando, al verla Luciana la saludo amablemente.

-Hola Patricia, en qué puedo serte útil.-

-No estoy aquí para hacer sociales contigo, Luciana, solo me importa que me des una respuesta sincera, ¿Volviste a estar con mi marido? creí que todo habia terminado entre ustedes dos.-

-No sé de que me estas hablando, no veo a tu esposo desde hace un año.-

Patricia no supo que decir ante la negativa de Luciana, como negar lo que los labios rojos pasión de ella, le gritaban, era el mismo rouge que habia encontrado en la ropa de su esposo, acaso existía otra mujer que usara el mismo color.

Luciana sonrió, sabia que mentía, hacia un mes que estaba viéndose con Federico sin que nadie lo imaginara ni supiera. Y no era tiempo de andar diciendo verdades, sus labios rojo pasión lastimaban con crueldad a la inesperada visitante, pero no le importaba.

Lucia Marty..
25/08/2014.-
SIN PASADO...

Esmeralda de cuclillas en la hierba, recorta las puntas de las hojas secas de su primoroso jardín, un camino de piedras pintadas por ella, lo divide y llega hasta la cabaña de ladrillos a la vista, y techo a dos aguas de tejas rústicas en un verde cemento, sus cabellos dejaron de ser colorados para darle paso a las canas, que la acompañan desde su juventud. Tenia quien se ocupe de cortar el césped, y podar en otoño los pocos árboles que le prendieron después de haber plantado más de una docena.
Pero de sus rosales, jazmines y demás plantas del jardín, solo ella podía tocarlas, ya habia despedido a un viejito que realizaba esa tarea, y cuando llegó la temporada de poda, osó poner sus manos sobre uno de los rosales y allí terminó su tarea.

No lleva mucho tiempo viviendo en ese pueblo perdido, solo un par de años, Villa Elena se encuentra rodeada de sierras, en el limite norte donde culmina su lote, corre un arroyito de agua cristalina y que cuando llueve en las cumbres detrás de las sierras, canta entre las piedras canciones de amor y melancolía, que Esmeralda disfruta desde el pórtico, allí es donde se sienta en las noches para leer o escribir sus poemas, a la luz de lámparas de kerosene, distribuidas extratégicamente para no forzar la vista, su cansada vista.

Entre tanto Dario, que se encuentra pintando las maderas del quincho, la observa, le resulta muy sensual en sus movimientos, su escote invita a poseerla, y sus labios siempre húmedos con un ténue rojo apasionado, él intenta no ser evidente y mucho menos atrevido, pero desde que la vio por primera vez, la deseó con todas sus ganas, sabía que Esmeralda estaba sola, era la comidilla de las chusmas del pueblo, llegó sola, compró la cabaña y en un par de meses la remodeló dejándola encantadora, cuentan las comadres que sospechaban de su falta de juicio, pero verla recorrer el pueblo junto a sus hijos que la visitan seguido, eliminó esa posibilidad. Alguna que otra vez se la cruzan sentada en medio de la nada frente a un atril pintando lo que su imaginación le dicte. Ahora para todos es "una artista" que después de quedar viuda se alejó de la gran ciudad, suponen algunos, en busca de paz.

Esmeralda se detiene frente a la escalera que sostiene al hombre en las alturas y con una voz entre sensual y aniñada le dice:

-Cuando termines con las maderas de aquí ¿Podrías darme una mano con los macetones de margaritas? quiero cambiarlas de lugar.-

-Sí, no me falta mucho, en cuanto termine le aviso señora.- responde.

Ella con una mueca en su rostro de ¿te mato? de ¿pateo la escalera? para que tu culo se estrelle contra el suelo, lo mira y al instante Dario se rectifica.

-Ya te ayudo, Esmeralda.-

Sonríe y luego la carcajada retumba en todo el quincho.

-Así me gusta más, sos un pendejo pero yo no soy tan mayor.-

Dicho eso se retira a continuar con sus quehaceres, la galería en forma de ele, se encuentra al este de la cabaña, donde ella puso una mesa de madera y unos bancos largos con almohadones de lino color beige, las cortinas de voile de algodón se mecen con la suave brisa de mayo, cubren por completo el espacio entre las columnas, sirven para impedir que los insectos entren, al mismo tiempo atenúan los rayos del sol matinal. En cada esquina hay un maceton con margaritas, que florecerán apenas despunte la primavera, y en otros sus adorados cactus.

Esmeralda Medrano cuenta con cincuenta y siete años, lleva cuatro de viuda, vivía en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero un par de meses después de la muerte de su esposo, se marchó en busca de ese "su lugar en el mundo" al que ella creía pertenecer, recorrió varias provincias, hasta que un día se paró frente al terreno donde ahora se irgue su hogar. Y mirando a su hijo Dante le dijo:

-Aquí me quedo, éste es mi lugar.-

Su hijo con la paciencia que lo caracteriza la miró, esbozó una gran sonrisa y besándola en la frente le susurra mientras la abraza:

-Donde vos estés, será tu lugar.-

La cabaña estaba sin terminar y ella la dejó encantadora, hizo la piscina, que hoy sus nietos disfrutan, pasa el mayor tiempo del año sola, solo viaja a Buenos Aires para los cumpleaños de cada uno de sus hijos y sus nietos. Esmeralda pintó las piedras que bordean el jardín, las del camino que desde la entrada llevan hasta la cabaña, ama pintar y escribir, entre otras cosas.

Desde que está en Villa Elena no se le conoce novio, ni pareja, ni amante, durante el año son muchos los amigos/as que la visitan, y se quedan largas temporadas en su casa, no hizo muchas amistades en el pueblo, sin embargo es amable con todo el mundo, saluda y sonríe siempre, cuando va montada en su bicicleta ella canta, y cuando se traslada en su camioneta Susuki, la música suena al palo.

Dario sigue con la mirada a su patrona, (desde hace tres meses esta a su servicio permanente), corta el césped, hace trabajos de pintura, limpia la piscina, y ahora correrá los macetones. Continúa con lo que estaba haciendo, y después de un buen rato escucha el grito desgarrador de Esmeralda al otro lado de la casa, de un salto se baja de la escalera, corre y se encuentra con ella tirada en el piso de la cocina, una banqueta caída, en segundos hizo la composición de lo acontecido...

"...Mujer subida a la banca intenta llegar a lo más alto de la alacena, pierde el equilibrio y cae, al tiempo que los cacharros que ella intentaba acomodar sobre la encimera le hacen un tajo profundo que sangra y mucho en la cabeza.."

Saca unos trapos de un cajón, los pone con cuidado sobre la herida, Esmeralda solloza e insulta en arameo, latín y sánscrito al mismo tiempo.

La carga hasta la camioneta y la lleva presuroso hasta la salita médica que queda a unos cinco kilómetros de la cabaña, está se encuentra en las afueras del pueblo, entre unas bellas lomadas, con vista a las sierras. El médico que la atiende la tranquiliza, le dan tan solo tres puntos y le receta un calmante y que se aplique hielo para bajar la hinchazón del chichón.

Dario Gonzalez no es oriundo del lugar, llegó para quedarse hace mas de diez años, venía del sur de la república, de un pueblito cercano a Quillen, la muerte de su esposa en un trágico accidente en la ruta, donde también murió su pequeña hija Aylen de tan solo dos años, lo sumieron en la mas profunda tristeza y después de pensarlo mucho, partió en busca de una nueva vida, diferente, alejado de los recuerdos, se instaló en Villa Elena en una casita a dos o tres cuadras del centro, de profesión arquitecto, aunque en el pueblo y sus alrededores nadie lo sabe, se dedica a pintar casas, hacerles arreglos, cuidar sus parques, vive sin lujos pero holgadamente, se desempeña como albañil algunas veces y crea proyectos para los forasteros que llegan para afincarse, como lo hizo Esmeralda, y otros tantos.

A ella la conoció recién llegada, compró la cabaña y hasta que estuviera como ella deseaba, alquilo una casita en las afueras del pueblo, y por recomendación llegó a Dario para que le hiciera los arreglos necesarios para dejarla como ella había soñado, a él lo impacto su carácter avasallante, segura de lo que quería, no le permitió dar una sola opinión, y eso le gustó mucho más, cuando terminó Dario sintió que habia realizado el mejor de los proyectos, pero no era suyo, llevaba la firma de una encantadora y aguerrida mujer, que no le tembló el pulso cuando indicó tirar abajo una pared que según ella había quedado desastrosa y afeaba el resto de la construcción.

La acompañó hasta la sala de estar y dejándola recostada sobre el sillón violeta de brocato, él fue hasta la cocina y le preparó una infusión de tilo, después de llevárselo a Esmeralda, regresó a la cocina y limpió el piso, ordenó los cacharros que estaban esparcidos por todos lados. La sala y la cocina son contiguos y abiertos, desde la cocina se domina toda la sala y viceversa, cada pared esta pintada de un color distinto, la cocina tiene azulejos blancos del piso al techo en dos de las tres, y la otra se encuentra pintada de verde pistacho, con una ventana que abarca en su totalidad, el fregadero y la cocina, con vista a la piscina y el quincho que queda al fondo del terreno, mirando al Sureste.

Todo conserva una funcional armonía, Esmeralda lo miró desde el sofá, Dario recorría toda la estancia como si viviera allí, observó cuando tomó la taza, pusó el agua a hervir, sacó de la alacena el té, cuando con cuidado limpió el manchon de sangre y lo vio recoger todo lo que se desparramo en su caída. Miro las pocas canas que comenzaban a pintar las sienes de él, vio como tantas veces sus músculos marcados, por el ejercicio o por trabajo, cuando se quitó la camisa al ver que tenía manchas de sangre, con el torso desnudo, salío y fue hasta su camioneta y volvió con una chomba, color langostino, limpia.

Mirándola muy serio le dijo:

-Por hoy se terminó el día de trabajo, el mío y el tuyo más, yo me quedo por si necesitás algo.-


Dicho esto y sin dejarla responder se dio media vuelta y se dirigió al baño de servicio que había en el quincho, antes sacó del baúl de su vehículo un bolso, se dio una ducha, se cambió integro de ropa y se puso unas alpargatas para sentirse mas cómodo.

Esmeralda vencida por el cansancio se quedó dormida en el sofá, apoltronada entre todos los almohadones que ella misma hizo para engalanar la sala, no supo cuanto había dormido, se desperezó y sintió olorcito a comida, al tiempo que una puntada de dolor le recordó el golpazo que se había dado. Chilló y cuando estaba por tocarse donde tenia la herida, una mano la detuvo y ella se sobresaltó, no recordaba que alguien estuviera con ella en la casa.

-Tranquila mujer, soy Dario, no te asustes.-

Sostenida de la mano de él se incorpora y con una sonrisita le dice:

-Y desde cuando te contraté como mucamo a tiempo completo?.-

Los dos sueltan una carcajada y se miran con chispitas en los ojos.

-Gracias Dario por socorrerme, por el té de tilo, por quedarte, por limpiar y por cocinar, me muero de hambre.-

-De nada, te costará mucho pagar mis honorarios, soy un mucamo de lujo.-

Comieron mientras comentaban la imprudencia de ella por haberse subido sobre una banqueta y no en la escalera que tiene especial para esos menesteres, Esmeralda aceptó sin chistar lo que vendría a ser un regaño por parte de Dario. Después de cenar ella se dirigió a su dormitorio, él le dijo:

-Cualquier cosa solo tenes que llamarme, me quedo en el sillón.-

-Hasta mañana, y podés dormir en el cuarto de mis nietos.-

Sintió que se ahogaba en el medio de las aguas de un caudaloso río, gritó pidiendo auxilio, y la mano de Dario la rescato de la pesadilla que estaba teniendo.

Angustiada no paraba de llorar, la abrazó intentando calmarla y ella se cobijó en el pecho de él, sin decir nada, se volvió a quedar dormida abrazada a la calidez del cuerpo del hombre, Dario la recibió y no se retiró, se recostó apoyando su cabeza sobre el respaldo de la cama, y así amanecieron después de un reparador sueño por parte de ella, él solo pensó cuanto la deseaba, que gran ilusión significó sentir el perfume de su piel, oler su cabello, acariciarla sin despertarla, imaginarla encendida de pasión cabalgando el deseo que él reprime desde que la conoció.

-Hola buen día señor, no se por qué estoy entre tus brazos, pero que magnifico se siente.-

Dario inclino la cabeza y rozó sus labios, en respuesta ella entreabrió la boca dándole paso al encuentro de sus lenguas, y todo fue fuego, y los dos se sintieron vivos nuevamente. Recorrieron los dedos la piel, los labios succionaron, las lenguas lamieron, y el clímax llegó una y otra vez hasta quedar ambos agotados.

Sin preguntas ni cuestionamientos, desayunaron en la cocina mirando a través de la ventana los cerros que hoy se veían distintos, hoy existía un futuro sin pasado.

Lucia Marty..



16/10/2014..